Llegó como caído del cielo para ofrecer sus servicios de plomería, rápido y a buen precio. Pero no hizo más que estudiar los movimientos de la víctima para que, al momento de ser contratado, pudiera robar la mayor cantidad de elementos posibles en pocos minutos. Fabiana Mambrini es peluquera y cayó en ese engaño. Según contó a este diario, el hombre se presentó en su local hace dos semanas y dijo llamarse César. Sin embargo, cuando regresó varios días después, se presentó como Jorge. “Bueno, César Jorge”, se corrigió rápidamente. La peluquera le explicó que tenía una pérdida de agua en el baño de su casa, ubicada en calle Estados Unidos primera cuadra, y fijaron una cita para el martes a las 17.30. Pero el falso plomero, que ya había registrado los horarios de Mambrini, se presentó una hora antes, cuando en la vivienda sólo se encontraba la empleada doméstica.

El engaño

“Me llamó mi empleada para avisar que estaba el plomero. Hablé con él y me dijo que fue más temprano porque después tenía otro trabajo y no me quería fallar”, relató la mujer, que finalmente lo autorizó a pasar. El hombre le ordenó a la mucama que cerrara la llave de paso del agua. Ella obedeció y se instaló al lado del plomero para seguir de cerca sus movimientos. Entonces el hombre la mandó a la cocina para que abriera la canilla y le pidió que observara si mermaba la corriente de agua. “Como el plomero no aparecía, mi empleada salió al patio y vio que la luz de mi pieza estaba encendida. Quiso volver a entrar y él ya le había trabado la puerta”, narró Mambrini.

Los pocos minutos que la mucama estuvo afuera fueron aprovechados por el falso plomero, quien se llevó un proyector, una notebook, un reproductor de DVD, un celular y $ 6.000 en efectivo. “Volví corriendo a mi casa, me quería morir”, dijo Mambrini. La mujer llamó a la Policía y pronto llegó personal de la división Criminalística para buscar huellas del ladrón. La víctima lo describió como un hombre de aproximadamente 30 años, robusto, de 1.70 metros, con el pelo ondulado, ojeras pronunciadas y un tatuaje naranja en la pierna izquierda. También señaló que se movilizaba en una moto blanca.

Barrios Norte y Sur

Una mujer que vive en un edificio de Chacabuco al 300 tuvo una experiencia similar hace tres semanas. Anahí Nieto estaba sola en su departamento cuando sonó el portero. “Soy el plomero que mandó tu mamá”, anunció una voz masculina. “Justo da la casualidad de que habíamos estado buscando un plomero, llamamos a uno pero no vino y al final al arreglo lo hizo otro. Entonces pensé que podía ser ese primer plomero que nunca había venido”, explicó Nieto.

El plomero trucho convenció a la mujer para que le permitiera ingresar a revisar cómo había quedado el arreglo, entró al baño y propuso hacer un presupuesto porque -según dijo- observaba un problema de humedad. “Andá a la pieza y golpeá la pared con un palo que quiero ver hasta donde llega la humedad”, le dijo a Nieto. En ese instante la mujer comenzó a sospechar y lo apuró para que se retirara. “Le abrí la puerta y, cuando salimos al pasillo, me dijo que se había olvidado de tomar una medida y volvió a entrar”, recordó la mujer. Cuando el falso plomero se retiró y ella volvió a su departamento, descubrió que se había llevado el teléfono celular y la billetera que había dejado sobre la mesa.

Tanto Nieto como Mambrini compartieron sus experiencias en la red social Facebook. De esa manera descubrieron que existían más víctimas del mismo engaño y que todas viven en los barrios Norte y Sur. “Parece que toca todos los porteros hasta que lo atiende alguien”, indicó Nieto.

El carpintero

No fue un falso plomero sino un falso carpintero quien engañó a una mujer (pidió no revelar su identidad) que se mudó hace poco tiempo a un edificio recién inaugurado de Buenos Aires al 400. Se presentó como el carpintero que tenía que poner la alacena. “Le dije que no, que lo mío era el placard y me contestó que se había confundido con el departamento de enfrente”, relató la mujer. Luego entraron a la habitación, el hombre tomó las medidas y le pidió $ 320 para comprar las correderas. “Fui a ver si tenía plata y saqué de un cajón, parece que en ese momento me vio”, indicó la víctima.

El carpintero trucho siguió tomando medidas, la mujer fue un instante a la cocina y regresó. Después se despidieron y el hombre quedó en volver a la tarde.

“Cuando se fue, algo adentro mío me decía que algo no estaba bien. Terminé de cerrar la puerta y caí: me acababa de robar”, recordó indignada. La mujer abrió nuevamente el cajón y los $ 700 que tenía hasta hacía unos minutos habían desaparecido.